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Querría estar en Holanda, en Australia, en Nueva Zelanda, en Madagascar, en Tailandia, en Italia, en Grecia, en las Malvinas, en Moscú, en Berlín y también en Kerala.

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Estaba corriendo cuesta abajo, era ese pueblo cochambroso de siempre, cuesta abajo, pero no corría, flotaba, es esa sensaciñon que sólo tengo en los sueños, que vuelo pero que no me alzo como para poder volar totalmente, sino que floto y puedo ir planeando hasta llegar a mi destino teniendo que empujarme de vez en cuando con un pie en el suelo, y pum, floto floto floto floto y me puedo dirigir hacia mi destino, estoy huyendo porque me quieren encerrar.

Por detrás viene ella, la estoy escuchando que me llama, pero no por mi nombre, pero yo sé que se refiere a mi, es angustiante. Floto y voy bajando por la calle de la panaderia. Ella va detrás, me grita pero con voz amable, qué contradictorio.

Sé que me quiere atrapar, meter en una caja boca arriba como si fuese un ataúd pero largo, no profundo, sé que me tendría que quedar ahí dentro ahogándome, porque cuanto más tiempo más dinero, si yo no quiero dinero, no me quiero meter en la caja, pero ellos a mi sí, se lo vi hacer a un niño pequeño, o era enano, no sé, pero iba de traje de punto verde oliva. Se metía dentro de la caja con un fajo de billetes en la mano y se las colocaba junto al pecho. Qué ansiedad ver cómo iba a morir el niño.
Pero no, salió, ahogándose pero vivo y con mucho más dinero. Que no quiero dinero les digo y que me dejen en paz, no quiero jugar a ese macabro juego, no me va a aportar nada, ni siquiera quiero ver cómo juegan ellos, quiero marchar.

Y floto.