On the floor.

Y eso es lo que te queda, sentarte en la cama, quitarte los pantalones, lentamente, qué prisa hay.
Un cigarrillo y unos mecheros que no funcionan. Más frustración.
Podría ser peor, podría ser peor, pero cuando subes y subes ya sabes lo que te espera, te lo ves venir, por eso no quieres estar sola.
Te quedan tus pantalones en el suelo y mucha frustración.
Es lo que hay.
Y es que estás sola, sola, sola. Lejos de tu familia, lejos de un abrazo, lejos de un algo compartido que te haga sentir algo mejor en la soledad del momento.
No quieres volver, pero estás sola. Estás bien, estás disfrutando, pero estás sola.
Se te comen las paredes, te sientes más lejos de la realidad de lo que realmente es, sientes lástima de la estupidez por la cual el momento te conduce. Por creer que podrás apoyarte en cualquier repisa que se te cruce.
Son los momentos en los que sientes que un abrazo lo arreglaría todo, lo difícil que fue al principio de llegar ahora viene a la mente como un flash y no puedes hacer absolutamente nada, hay que aprender.
Y es que notas que no tienes la fuerza que tiene todo el mundo, te recuperas rápido pero no eres capaz de gritar en momentos como este que necesitas todo lo que has tenido últimamente; experiencias, momentos y conversaciones, lo necesitas. Pero tampoco te puedes apoyar, es algo pasajero. Todo es pasajero. Tus lágrimas, tu soledad.
Y siguen ahi los pantalones en el puto y frío suelo.
¿De verdad te creerás algún día que todo lo que te dicen es verdad?
Nada es verdad. No existe la verdad.

NADA.

Y entre tanto nadar te sigues ahogando.
Es sólo hoy.
Mañana será otro día, y lo sabes porque para eso naciste, para recuperarte de todo.