gusanos

Básicamente tenía miedo que estirar demasiado su límite provocase su rotura, que amenazaba inminente de manera que se empezaba a descoser por debajo de la oreja cada vez que sonreía.
Se llevaba la mano a la rotura y simulando una escapada al lavabo, entraba en uno de esos váteres individuales y comenzaba su ritual. Cerraba la puerta tras de sí, se sentaba en la taza y sacaba aquel pequeño costurero de color turquesa, se colocaba el dedal amarillo de plástico y un hilo rosáceo enhebrado en una aguja. Se cogía los dos bordes y metía dentro de la herida todo lo que iba destripándose hacia el exterior.
Dentro de la rotura se deslizaban pequeños bichos, gusanos jugosos que se retorcian.

Aún hacía pocos movimientos para evitar algún incidente más.

Allí se acercaba, le latía el corazón tan fuerte que creía que éste mismo se iba a descoser, él le sujetaba la nuca, ella rezaba para que no se le despegase la cabeza, él empezó a peinarle con los dedos los pequeños cabellos finos color paja, se besaron, pero muy suavemente, como con miedo, por lo menos ella lo tenía (quién sabe si se iban a quedar encima de los suyos...)
Pasaron a mayores en pocos minutos, de manera sutil, tan fácilmente que se despreocupó completamente.

Tarde, muy y muy tarde tuvo que salir huyendo, y allí estaba él, envuelto en jugosos gusanos entre pegajosas sábanas, perplejo.