Division

Un cristal, brillante, al otro lado, mi consciencia.

-¿Para qué me usas? -Me preguntó.
-Para... -No pude acabar, cuando me interrumpió.
-¿¡Para qué me usas?! -Denotaba impaciencia.
-Para conseguir mis objetivos.
-No es cierto, me usas por inercia ¿es que no quieres lo que quieres?
-¡Por supuesto! -Me indigné.
-Pues me das pena y también asco, pues tienes todas las llaves pero te tapas los ojos y no ves la cerradura.
-No es verdad... -Dolía.
-¿Es así como piensas viajar? ¿Como piensas vivir de tus ideas y tus propósitos?
-No.

Mi consciencia paseaba de un lado al otro del cristal. Empecé mentalmente a enumerarme pasajes de mi vida con momentos en los que había usado en exceso la consciencia sólo para demostrar que no era cierto.
Le recordé un par de momentos, pero en seguida me vino uno, demasiado reciente, en el que estaba viendo cómo se me escapaba el objetivo de las manos por la copiosa consciencia.

Es entonces cuando empecé a plantearme el cambio, el momento en el que me volví a casa con un nudo en la garganta, ahogada porque no podía hacer algo tremendamente simple.
Pensando en consecuencias, en posibles desvíos, en perder lo que había ganado con el tiempo, que podría ser horrible o auténticamente genial, auténticamente genial, una buena idea, algo que tener en cuenta... Quizá pensar en mañana, cuando mañana no pueda hacerlo, no sirva de nada.

Una parte me dice que no, que no haga nada, mi consciencia, que me deje llevar, aunque el resultado sea el mismo que al principio, y mi impulso que alguna vez deje de ser yo, en mi faceta más introvertida y deje de pensar y sencillamente, intentar disfrutar.